viernes, 30 de octubre de 2009

Huevos con jamón.



Se dice -comúnmente- que uno es lo que come, es decir tus hábitos alimenticios hablan mucho de quien eres y yo creo definitivamente que uno también es lo que escribe. A lo largo de éste último año y medio que me entregué por completo al arte de plasmar en letras y palabras mis sentimientos, emociones, secretos, planes y proyectos, aventuras y por supuesto experiencias, he descubierto un nuevo yo, un ser humano que se acepta tal y como es, por consecuencia directa más arriesgado y que día a día intenta poner su mayor esfuerzo para hacer de éste mundo tan complicado pero animado, un mejor lugar para vivir… Error: convivir.


Pues bien, mientras a nuestro alrededor, en los billetes de cien pesos que conmemoran el centenario de nuestra revolución mexicana, equivocadamente se lee una leyenda que ha pretendido definir nuestra mancillada democracia a lo largo de años; al exterior de algunos antros y bares del “Defe” un grupo de fundaciones han dispuesto colocar autos colisionados para fomentar en los jóvenes un consumo responsable del alcohol, esta mañana te desperté para que me prepararas el desayuno.


Ayer ó mejor dicho hoy muy cerca de la una de la mañana, cuando manejabas tu auto rojo a un costado del mío y con tu mano derecha hacías señas para despedirte efusivamente, nuevamente corroboré mi teoría acerca de que todo lo que nos pasa es indudablemente porque somos nosotros mismos quienes lo buscamos. Nos damos a la tarea de inconsciente ó bien muy conscientemente, con toda la claridad que nos provee el tener nuestros objetivos bien plateados, encontrar lo que andábamos buscando, y es así, cuando de la nada casi intempestivamente sucede algo que nos obliga a andar por la vida con nuestros pensamientos enclavados en otro tiempo y espacio.


Les decía que hoy desayuné huevos con jamón, en un lugar cálido que me hizo añorar el tiempo compartido con uno de mis personajes favoritos de la historieta de mi vida: mi primo. Los detalles, los juguetitos meticulosamente colocados en lugares específicos, los colores vivos y hasta las numerosas plantas me recordaron cuanto ha significado para mí reencontrarme con él y, lo mucho que lo extraño para platicarle sobre ésta nueva aventura que recién está comenzando, sé que seguramente me va a cuestionar ¿Cuánto significa mucho? Y por eso debo aclarar que mucho siempre será “un montón”.


Mi teléfono móvil está vibrando, es la tercera vez en un periodo de cinco minutos -más, menos- y de repente la expectativa de escucharte se hace menor, me está gustando mucho esto de tenerte presente en mis pensamientos y caray… ufff… por supuesto me ha encantado la apasionada sesión de besos en tu cocina repleta de una increíble colección de vacas lecheras mientras lavabas los trastos…


Así que efectivamente, uno es lo que come… y escribe.


Nos leemos luego.