martes, 8 de febrero de 2011

Soy NR


Cuando se acerca el fin de un año más, las circunstancias que incluyen la culminación de una etapa nos obligan a meditar acerca de nuestro actuar durante los días pasados.

Iniciamos con la autoevaluación de nuestros propósitos, comparamos los resultados anhelados con los obtenidos. Recordamos a todas aquellas personas involucradas en el continuo andar de nuestros pasos dados, la familia, los amigos, los compañeros del trabajo e incluso aquellos personajes como el señor que nos vende el periódico todas la mañanas o la enfermera que atendió a un amigo tuyo en el hospital, que sin pretenderlo forman ya, parte importante de nuestro entorno cotidiano. Por último y no menos importante concluimos meditando también en el futuro y en los nuevos planes.

La mayoría de nosotros deseamos ser mejores seres humanos en todas sus facetas: hijos, padres, amigos y profesionales. Vivimos cada día intentando encontrar la fórmula perfecta que nos ayude en el crecimiento espiritual, aquél que va más hacía nuestro interior. Pretendemos ir más lejos respetando la libertad de pensamiento y acción, además de poder expresarnos mejor, con grandes cantidades de humildad y mayor tolerancia.

Hace un par de meses, recibí la invitación para formar parte de una asociación de ayuda a niños y jóvenes con cáncer. Al pasar de los días en los que éste proyecto iba desarrollándose y tomando forma, me di cuenta que no hay satisfacción mayor que actuar en beneficio de los demás. El razonamiento es muy sencillo, el padre de familia trabaja ocho horas diarias para proporcionar bienestar a sus hijos, la mamá los cuida y atiende cuando se enferman, nuestros hermanos están presentes cuando los necesitamos y los amigos se muestran incondicionales en todo momento. Todas estas acciones son provocadas empíricamente por los lazos familiares y fraternales, pero en todas ellas existe un elemento común: el amor.

Al amor también se le precisa de muchas maneras, afinidad entre seres; sentimiento relacionado con el afecto y el apego; preocupación por otra persona, animal o cosa. Sin embargo cualquiera de las definiciones de éste concepto disponen dedicar tu atención, enfocar tus esfuerzos y proyectar tus emociones hacía alguien más. Por ello, cuando ayudas a los demás les demuestras tu amor, tu admiración pero también tu respeto.

Ignoro si ésta sea la formula buscada, lo que sí tengo claro es que el dedicar tu tiempo y esfuerzo a quienes lo necesitan es una actividad que engrandece. Al final no importa sí se trata de niños o jóvenes, adultos mayores, mujeres o enfermos terminales, personas desamparadas o con capacidades diferentes, animales e incluso nuestro medio ambiente; lo verdaderamente significativo es involucrarse y brindar nuestro apoyo. Seguro estoy que de ésta manera los rostros habituales también tendrán nombres y no sólo serán personajes a nuestro alrededor. Es maravilloso tener la oportunidad de actuar en beneficio de alguien más, de brindar tu amor traducido en esfuerzo y trabajo corresponsable, de sumar a tu lista de propósitos para éste nuevo año el participar activamente con buenas causas; porque efectivamente el amor provoca reacciones, genera posibilidades y une voluntades.

Nos leemos luego.