martes, 10 de marzo de 2015

Te quiero...



Te quiero, pero no te quiero porque me quieras; por el contrario te quiero porque me provocas quererme primero a mí mismo. Porque eres mi freno ante mi estrepitosa manera de imponer las emociones, eres mi calma cuando me rebasa mi manera de actuar en todas esas veces que me dejo llevar por la adrenalina de sentir con el estómago antes de pensar con la cabeza. Te quiero porque llenas todos esos espacios vacíos en mí, incluso aquellos que había olvidado que existían. Te quiero porque pensarte me eriza la piel y acelera mis latidos. Te quiero porque cuando se eriza mi piel y se aceleran mis latidos tú estás conmigo. Y es que te pienso a todas horas y te pienso porque te quiero.

Te quiero porque provocas mis risas. Te quiero porque esas risas se convierten en carcajadas y porque cuando menos lo espero me pierdo en tu mirada. Por eso te quiero, por tu mirada. Te quiero por tu bondad con todo aquél que te rodea. Te quiero por tu sinceridad y franqueza y, con toda honestidad te quiero. Te quiero porque encuentro en ti apoyo incondicional, pero te quiero aún más porque me dejas ser libre. Te quiero porque no necesitamos etiquetas ni definiciones. Y aunque el querer es un verbo con significado; yo te quiero, aún sin explicaciones.

Te quiero porque me encontraste, aunque yo no estaba perdido. Te quiero porque no me buscaste y sin embargo aquí estamos. Te quiero porque estás presente aún cuando no estás físicamente. Por eso te quiero, porque me llenas de ti, de tu olor, de tu presencia, de tu amor. Te quiero porque así lo siento. Porque el sentir me provoca querer; pero no querer por querer. Querer con conciencia, con dedicación y admiración. Por eso te quiero, porque me provocas quererte.
Te quiero cuando me besas con besos tiernos, pero también te quiero cuando me besas con pasión desbordada. Te quiero cuando me abrazas y puedo sentir tus latidos. Te quiero porque sentir tus latidos me provoca paz y serenidad. Te quiero por todo aquello que provocas en mí. Te quiero a mi lado cuando duermo porque me gusta contemplarte dormir. Te quiero porque aún cuando duermes lo haces sonriendo. Te quiero porque sonríes y porque tu sonrisa ilumina mis días; incluso aquellos días malos.
Te quiero porque cuando tomo tu mano, siento que toco el cielo. Por eso te quiero, porque me llevas al cielo; así, sin quererlo…
Nos leemos luego.

lunes, 25 de agosto de 2014

Nada está perdido...




Es cierto, se requiere de inspiración para escribir. Una musa, un atardecer o alguna experiencia de esas que te dejan sin aliento… Sin leerme demasiado presuntuoso, mi vida (y estoy seguro que la de más de uno de ustedes) está llena de vivencias que bien valdría la pena contar a través de las palabras y; sin embargo había dejado muy de lado esta seductora fascinación por las letras.


Hoy estoy inspirado, hoy quiero escribir, transmitir… Mi abuela siempre dice que “Todo llega en el momento justo” y sí, mi abuela es una sabia -¿Les he dicho que amo con todo mi corazón a esta gran mujer? Siempre, existe una frase suya que define de manera cuasi perfecta cada situación por la que esté pasando- así que, haciendo caso a sus por demás elocuentes palabras un buen día dejé de buscar, me olvidé por completo de esa afanosa tarea de encontrar, de pretender hallar perfecto lo imperfecto y también por consecuencia directa dejé de preocuparme al respecto.


Y es que uno va por la vida buscando, hay quienes buscan un mejor trabajo y con ello también buscan generar mayores oportunidades de crecimiento personal y profesional. Algunos más despistados anhelan encontrar las llaves del auto o su playera favorita en medio del caos de su habitación; existen algunos más dedicados que van por ahí buscando con un fervoroso fanatismo la edición especial de aquél  libro que les ha cambiado la vida o bien la última estampita del mundial.


Hay quienes buscan esperando no encontrar y unos cuantos más perdidos que tratan por todas las maneras posibles de encontrarse a sí mismos. Pero también, habemos algunos más atrevidos que buscamos motivos, razones y circunstancias. Los mismos que buscamos perdernos, sí; perdernos en la mirada de un igual, y aunque se lea por demás rebuscado, buscamos desenfrenadamente enamorarnos perdidamente.


El caso es que nos pasamos gran parte de nuestra existencia, buscando. Buscamos en los diarios, buscamos en la red, en los mapas, debajo de la cama y hasta en los bolsillos de los pantalones. No siempre encontramos lo que andamos buscando, pero con seguridad siempre encontramos algo. Mi abuela también dice que: “El que busca, encuentra”.


Supongo que así debe ser o simplemente el destino, Dios, los astros o la vida misma te colocan en el lugar justo, en el momento justo, vaya que todo es meticulosamente cuidado para que la casualidad -o más causalidad- ocurra.  Y es entonces cuando… ¡PUM! te encuentran… Así, sin más.


Y de repente, te das cuenta que la espera bien vale la pena, comienzas a encontrarle sentido a las canciones de amor y aún más cursi* las dedicas. Te despiertas y te acuestas con una sonrisa, tu teléfono móvil es capaz de provocarte emociones con solo leer un mensaje de texto, extrañas los abrazos y evocas su olor corporal, te fascinas con el hecho de volver a sentir su piel mientras tu corazón se acelera a mil por hora cuando piensas en las posibilidades de ser/estar.


Te pierdes entre sus piernas y en sus labios. Su mirada se pierde en la tuya y tus dedos en su pelo. Los suspiros se pierden en el silencio de la habitación encontrándose en el eco de su voz. Se encuentran noche a noche en sus sueños y en el café por las mañanas.

Disfrutas el perderse juntos entre las sábanas, pero aún más el encontrarse frente a frente tomados de la mano, como iguales, como en sus sueños; como los dos lo andaban buscando…


M.
 

 *Cursi.- Léase como un acto provocadoramente romántico.
 

miércoles, 27 de junio de 2012

Circo, maroma y votaciones...

@viktorkamacho

Sin duda el tema recurrente de estos días es la vorágine de spots en medios masivos de comunicación publicitando en la televisión y la radio a personajes de la política actual. Cuatro partidos políticos con sus respectivos candidatos encabezan los titulares de los diarios de circulación nacional, se convierten en trending topics en twitter y suman likes en Facebook.

Algunos ocupan sus tiempos y espacios para desacreditar a sus adversarios, uno que otro propone, pero en todos los casos, los cuatro requieren apropiarse de nuestra confianza y por supuesto, contabilizar nuestro voto a su favor este próximo primer domingo de julio.

Es un hecho, a México le urge un cambio, pero un proyecto de cambio con responsabilidad que incluya reformas en lo económico, lo político y en la educación. Transparente en la rendición de cuentas. Que dé cabida a la libertad de expresión y de manifestación. Respetuoso de los derechos humanos y de las creencias religiosas, que no discrimine y que, en todo momento mantenga una relación con los medios basada en una cultura democrática. Pero sobretodo un México unido y fuerte que deje atrás el pasado y se ocupe del futuro.

Sin embargo esta “chamba” no es exclusiva de nuestros gobernantes, por el contrario es tarea de los 112 millones de habitantes que cohabitamos el territorio nacional. Es nuestra obligación involucrarnos y la mejor manera de hacerlo es votando este primero de julio. La elección no es fácil, contrario a lo expresado por el grupo de jóvenes que levantaron la voz argumentando una manipulación de los medios; la información está disponible y dispuesta para todos, así que vamos pues a informarnos y a elegir. Optar por la opción que proponga y que se comprometa a cumplir. Soy joven y como joven tengo claro que no todos pugnamos por soluciones masivas, los jóvenes requerimos “un traje a la medida” que refleje nuestra individualidad. Así que los jóvenes también exigimos un México incluyente y con oportunidades para todos. Más no un México que confronte y se mantenga al margen del respeto y la civilidad.

Lo segundo será tomar conciencia y de una vez por todas votar por un congreso uniforme que verdaderamente funcione y que permita la aprobación de las reformas que solicitamos y que necesitamos. Esto sí es una labor sencilla: ¡Vamos a votar por un solo partido político! Así de ésta manera los consensos sí derivarán en acuerdos. La expresión “Ponerse la camiseta” es compartir ideologías y representar los mismos intereses, luego entonces el México que queremos todos, seguro estoy, será una realidad sí todos nos ponemos la camiseta de MÉXICO.
 
Nos leemos luego.

jueves, 7 de junio de 2012

¿Cómo quieres que sea tu primera vez?



Finalmente ha llegado el día, cumpliste dieciocho años. Has alcanzado la mayoría de edad y con ello adquieres derechos y obligaciones; uno de ellos: sufragar. Seguramente te estarás preguntando ¿Por qué votar? ¿De qué sirve mi voto? ¿Por quién votar?

Tú mejor que nadie conoces la actual problemática de nuestro país. A ti te han tocado doce años de administraciones panistas. Así que creciste sufriendo la falta de empleo, la poca o nula oferta de oportunidades, has padecido una educación deficiente y por supuesto has vivido de cerca el incremento de la violencia en nuestro país.

Por ello, no hace falta que te diga que somos más los que estamos convencidos que la oportunidad de la alternancia ya pasó. No necesitamos un país donde impere la violencia, la desacreditación y se frene la libertad de expresión. Nuestro país no quiere una nación dividida a través de la confrontación y la guerra sucia. Como tú, yo soy un joven que cree que la única manera de crear revoluciones con sentido es realizando pequeñas grandes acciones cotidianas. Es imperante que nos involucremos en el desarrollo de nuestro país. Difiero de aquella frase que cita: “los jóvenes son el futuro de México” porque los jóvenes somos el presente, el aquí y el ahora.

Pero, ¿Cómo podemos frenar esta ola de violencia? ¿De qué manera se pueden crear más y mejores oportunidades para nosotros? ¿Cómo le hacemos para que nuestras familias conozcan el verdadero concepto de bienestar? El voto es una de ellas. Cuando votamos estamos ejerciendo nuestro derecho de decidir a nuestros gobernantes, depositamos nuestra confianza en la ideología de un partido político. Cuando votamos reconocemos nuestro valor como mexicanos y, cumplimos con nuestra obligación como ciudadanos.

Octavio Paz, escritor mexicano galardonado con el Premio Nobel de Literatura -no de la Paz como lo nombró en reciente declaración el equipo de prensa de Josefina Vázquez Mota- escribió La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida”. Estoy seguro que como yo, no eres un actor que se mantendrá indiferente ante la vida, ante la impunidad de más de 60,000 muertes, ante la pobreza, la desigualdad, el abuso de poder y las falsas promesas.

Es un hecho, México necesita un hombre comprometido. Un hombre que empeñe su palabra pero aún más importante la cumpla. No se trata de una cuestión de género, por el contrario debemos ocuparnos de votar por quien escucha, se compromete y cumple. Necesitamos demostrar que los jóvenes contamos con la capacidad de participar activamente, de involucrarnos y actuar en beneficio de nuestra sociedad, pero sobre todo México necesita saber que los jóvenes estamos listos para gobernar. ¡Y lo haremos bien!

El primero de julio por vez primera tendrás la oportunidad de elegir el rumbo de tu país, un rumbo que difiera mucho de lo que te ha tocado vivir en estos últimos años. ¿Por qué no otorgar tu voto de confianza al candidato más joven? Es momento de demostrar que los agentes de cambio somos todos, incluso nosotros: ¡Los jóvenes!

¡Haz que tu primera vez cuente!

viernes, 27 de enero de 2012

Sala de espera.



14:22

Está tarde decidí llegar más temprano de lo habitual al despacho de mi padre. Tengo tantas cosas que contarle, Ana Paula por fin se comprometió con Hernán y Rodrigo pronto se irá a la universidad.



18:34

El escenario es una sala de espera, sombría, lujosa, imponente. En el extremo izquierdo cohabita un enorme sillón negro de gran calidad, muy cómodo. Sin duda de un gusto exquisito. Frente a este se sitúa una mesa ratonera y sobre ella, en la cubierta de marmol compiten entre sí una bastísima oferta de revistas. Todas ellas provocan ser leídas, ninguna merece ser olvidada; vaya que estoy casi seguro que incluso aquél que se autodefine como un no lector, tomaría sin pensarlo cualquiera de ellas para al menos sentir el fino papel de sus hojas.



19:58

El ambiente se respira tenso y aunque el violin concerto de Tchaikovsky pretende envolverlo y suavisarlo, el esfuerzo es casi en vano.



21:05

La pintura que Salvador Dalí bautizara como La persistencia de la memoria cuelga de una de las paredes del salón.



21:19

Una espera interminable suspendida en el tiempo que transcurre habitualmente, sin detenerse a considerar que hoy tampoco podré charlar con mi padre me ha vuelto a la realidad. Tal vez mañana lo haga o tal vez debí hacerlo ayer cuando aún vivía...

Nos leemos luego.



lunes, 12 de diciembre de 2011

Recuerdos.



@viktorkamacho



Mi madre solía leerme cuentos, historias que incluían guerreros medievales, castillos, magos y princesas encantadas. Cada fin de semana sin excepción, mi madre tomaba un viejo libro despastado y comenzaba a leer.

Recuerdo que su manera de conducir las historias era única, la entonación que daba a cada personaje de las historias, los efectos de los arboles moverse cuando soplaba el viento e incluso el relinchar de los caballos era única, exquisita. Parecía que practicara durante toda la semana, alguna vez pensé que seguro mi madre tenía bastante tiempo de sobra o que definitivamente se adelantaba a leer los cuentos impresos en aquel viejo libro.

Después de leerme, mi madre me recostaba en su regazo y acariciaba mi pelo. Las horas parecían minutos, las manecillas del reloj avanzaban demasiado rápido provocando que el tiempo volara.

Nunca cuestioné a mi madre sobre la ausencia de mi padre ni el porque sólo me leía los fines de semana. Debía ser una costumbre que su madre había heredado, pensaba mientras finalmente terminaba por quedarme dormido recostado a un lado de mi madre; solo hasta que mi hermana mayor me tomaba entre sus brazos para llevarme a descansar.

Pero mi madre no solo me leía historias de fantasía. A ella le gustaba mucho que le platicara de la escuela, de Miguel y de Román mis mejores amigos.

Cuando yo no hablaba porque en ocasiones ni yo mismo entendía que pasaba, lo hacía ella. Me contaba acerca de mi abuelo Juan e incluso de Tomás, el perro que tenía cuando era tan solo una niña.

En mi memoria está intacto el día que habló conmigo de sexo; la pobre estaba tan nerviosa que titubeaba con cada palabra pronunciada. Me dijo que pronto mi cuerpo empezaría a cambiar porque me estaba convirtiendo en un hombre, en el hombre de la casa. Me hizo prometerle que cuidaría de mis hermanas y que nunca ni por equivocación golpearía a una mujer. Nunca lo hice, siempre fui fiel a esa promesa que le hice a los once años.

Conforme los fines de semana transcurrían, mi madre envejecía. Cada vez le era más difícil el sostener el viejo libro entre sus dedos deformados por el frío –decía ella- y su voz rasposa le impedía entonar sonidos que antes realizaba sin dolencia alguna.

Llegó el día que no pudo sostener más el libro, su espalda se encorvó y su andar se hizo lento. Así que comencé a hablar más. En repetidas veces le platiqué de la universidad y de mi novia Lety, nunca la conoció. Mi madre decía que era mejor así, que confiaba que yo sabría elegir a una buena mujer.

Mi madre murió un veintitrés de septiembre, estaba muy enferma. Enfermó luego de su ingreso al penal. Mi madre vivió quince años en un reclusorio femenil acusada de robo. Su error fue tomar un viejo libro de cuentos infantiles del cuarto de recovecos en la casa donde trabajaba, un libro despastado que nadie utilizaba. Sin embargo la acusaron de robar cinco mil pesos que la dueña había perdido apostándolo en un juego de cartas.

Por ello mi madre me leía cuentos solo los fines de semana, los días que me permitían visitarla en el patio del penal.


Nos leemos luego.






viernes, 9 de diciembre de 2011

Patricia



@viktorkamacho



Aunque Patricia estaba ya muy acostumbrada a los insultos de sus vecinos, todos los días antes de salir de casa y luego de mirarse por última vez en el gran espejo con marco de conchas del mar, se persignaba y pedía a la virgen de Guadalupe que la dotara de paciencia y fortaleza que le permitieran no hacer caso a los improperios de los albañiles que trabajaban en el nuevo distribuidor vial o los niños que jugaban futbol en el lote baldío de la colonia, incluso de las vecinas que arrojaban el agua de sus cubetas en el momento justo en que la pobre Patricia pasaba frente a sus puertas.

Una vez hecho esto Patricia tomaba su bolso y caminaba moviendo sus caderas al vaivén de los taconeos de sus altísimos zapatos. Patricia era demasiado coqueta, en parte, por ello despertaba la envidia de más de una de sus vecinas.

Patricia trabajaba en un despacho de abogados, su jefe el Licenciado Olmos le tenía cierto afecto y Patricia en más de una ocasión abusó de ese sentimiento. Patricia no era una mala muchacha, sin embargo sus múltiples conquistas la metían siempre en apuros.

Como la vez que aceptó salir con un socio del despacho y luego de beberse media docena de cubas libres había aceptado la sugerencia de ir a un lugar más privado. Patricia conocía perfecto cuales eran las intenciones de aquél hombre, sin embargo no dudo mucho en subirse al elegante auto de color negro rumbo a un hotel de paso de la colonia Roma.

Patricia y su acompañante nunca llegaron al hotel, detuvieron el auto cerca de un local abandonado y mientras Patricia practicaba sexo oral a su acompañante, un oficial de policía los multó por faltas a la moral. Patricia tuvo entonces que subir a la patrulla 2467 para tratar de arreglarse con el oficial. El saldo de esa noche fue el pago de una mordida por la cantidad de seiscientos pesos y una muy mala sesión de sexo para Patricia con un oficial de policía llamado Pedro Gómez, papá de tres hijos pequeños. El socio del despacho con el que Patricia había salido del bar, nunca la volvió a llamar.

O ese otro día que un chico universitario estudiante de medicina veterinaria de la FES Acatlán la invitó a ir al cine cuando se sentó a su lado en el microbús. Patricia accedió y fueron a ver una película de vampiros adolescentes que el chico había visto ya con su ex - novia. Patricia se empeñó entonces en complacer al futuro Médico Veterinario todas las tardes luego del trabajo diario en el despacho. Al principio le gustaba que el joven tuviera tanta energía, pero al pasar de dos meses comenzó a sentirse mayor y le pidió que no la buscara más porque su pareja estaba por volver de Tijuana, por supuesto Patricia mentía ya que nunca había vivido con nadie.

Patricia sólo tenía dos hermanos a los que no veía, desde que había decidido salirse de su casa. Ambos la golpeaban, la insultaban y la explotaban.

La madre de Patricia estaba enferma, pero siempre tuvo el mismo sentimiento hacía Patricia, le decía que no podía ser su hija, que se avergonzaba de ella y que más le valdría estar muerta. A Patricia le dolía mucho recordar los maltratos de su madre y sus hermanos; sin embargo los mismos maltratos la habían hecho más fuerte y decidida. Un buen día dejó de importarle lo que pensaran de ella, metió todas sus cosas dentro de una vieja maleta y emprendió la huída, nunca volteó hacía atrás, las lagrimas que escurrían de sus mejillas se perdieron con la brisa de la tarde.

Patricia no tenía amigas, su único confidente era el propietario del salón de belleza del barrio, “Jony” (como el mismo se hacía llamar) era el paño de lagrimas de Patricia, su amigo incondicional y su cómplice de travesuras.

A los dos les gustaba el té de hojas de limón y menta para los nervios y en los días de quincena salían juntos de compras. A Patricia le encantaba comprar lencería y a “Jony” películas eróticas de hombres uniformados.

Patricia había aprendido a no juzgar, ella más que ninguna persona conocía el desprecio y las burlas de sus familiares más cercanos. Por ello el día que conoció a “Jony” en una fiesta de disfraces en el departamento de un amigo en común se volvieron inseparables. A ambos les había gustado el mismo chico que únicamente usaba un par de shorts demasiado ajustados de color blanco. Al principio los dos pelearon por él pero cuando el chico salió con un señor mayor de esos que pagan a los más jovencitos por compañía los dos rieron y comenzaron a beber juntos. Desde ese día “Jony” le arregla el pelo a Patricia cada fin de mes.

Patricia tiene treinta dos años, su tez es morena y su nariz afilada. Sus ojos son demasiado expresivos y su boca demasiado provocativa. Tiene unos dientes cuidados y un lunar muy cerca del mentón. Su figura es voluptuosa, la misma que hace lucir aún más con ropa ajustada y zapatos altos.

El mayor sueño de Patricia es encontrar a un buen hombre, que la ame y la respete y que jamás la golpee. No le importa sí es humilde, aunque en secreto desea que no lo sea. En fin que lo que Patricia quiere es casarse de blanco.

Esta noche Patricia y “Jony” saldrán a bailar, les gusta practicar salsa en un bar cerca del Centro Histórico donde pueden tomar tragos por treinta y cinco pesos y bailar con instructores que se alquilan por tandas de cuarenta y cinco minutos.

Patricia se ha puesto un vestido ajustado negro con un escote en la espalda que le llega casi a la cintura. Por supuesto que para bailar salsa debía ponerse zapatos altos y eligió un par de charol con aplicaciones doradas. Mientras caminan rumbo al bar, “Jony” le confiesa a Patricia que ha conocido a un joven mecánico a quien verá en el bar.

Al llegar al bar, el amigo de “Jony” los espera en una de las mesas del rincón cerca de la barra, la música invita a bailar y Patricia decide bailar sola. Luego de un rato bailando en la pista que se ilumina con luces multicolores Patricia pide un trago en la barra y lo bebe de golpe. A su lado hay un hombre que la mira tímidamente. Patricia se le acerca y le pregunta su nombre.

El hombre se llama Manuel, trabaja como ejecutivo de cuenta en un banco y es divorciado, no tiene hijos y vive –temporalmente- con su madre.

Manuel paga un trago para Patricia y ella lo invita a bailar. Patricia baila tan bien que casi nadie nota que Manuel baila demasiado mal. Manuel invita otra ronda de tragos, está vez incluye a “Jony” y a su amigo. Luego de varias canciones e igual número de tragos “Jony” y su amigo se despiden de Patricia y de Manuel.

“Jony” llevará a su casa a su nuevo amigo y luego de un par de tequilas más su amigo se disculpará argumentando que él no es como “Jony” piensa. Le gritará maricón y dará un fuerte golpe a la puerta. “Jony” encenderá un cigarro y se recostará en su sofá con una sonrisa por demás simulada.

Mientras en el bar, Patricia y Manuel han iniciado una candente sesión de besos, su baile se ha vuelto más provocativo y su sudor empieza a recorrer todo su cuerpo. Al cabo de veinte minutos Manuel le pedirá a Patricia salir de ahí. Por obvias razones no pueden ir a casa de él, así que Patricia propone que vayan a su departamento.

Patricia sabe que Manuel se muere de ganas por estar con ella, así que sin dudar lo provoca a cada instante.

El departamento de Patricia es un espacio reducido con una sola habitación y un cuarto de baño. Patricia pide a Manuel que prepare un par de tragos mientras ella se pone cómoda. Al cabo de un rato Patricia sale del cuarto de baño con una bata de encaje que deja a la vista su esbelta figura.

Manuel está extasiado, con pulso titubeante alarga el brazo para ofrecerle el trago a Patricia. No encontró hielos, así que optó por llenar un par de caballitos con tequila reposado.

Ambos beben el tequila de un solo trago. Manuel toma a Patricia por la cintura y la despoja de la bata de encaje. Patricia pide a Manuel que tenga calma y le prepara un trago más. Manuel está ya un poco ebrio.

Patricia comienza a acariciar el miembro de Manuel que reacciona rápidamente. Con calma baja la cremallera de sus pantalones y con demasiada destreza lo pone en su boca para lamerlo; primero suavemente y después con mayor velocidad.

Manuel está al borde del clímax, en un impulso comienza besar y acariciar a Patricia, toca sus senos firmes, baja por su cintura hasta sus delineadas caderas, toma sus nalgas y las aprieta con fuerza. Patricia se desabrocha el sostén y Manuel besa sus pezones.

Patricia también está demasiado excitada. Manuel la toma otra vez de la cintura y baja sus bragas. Manuel está atónito con lo que ve. Se aleja de Patricia y se viste rápidamente.

Patricia se acerca a él y le pide que se calme. Manuel parece desquiciado, avienta a Patricia con una fuerza brutal, ella cae junto a una mesa de noche. Patricia solloza en silencio. Se levanta y le pide a Manuel que se vaya. Manuel grita y ofende a Patricia. Patricia toma un cenicero de metal y lo lanza hacía Manuel quien trata de esquivarlo pero éste lo alcanza a golpear en el rostro. Patricia le grita que se vaya, Manuel no entiende razón alguna y se lanza contra Patricia.

Patricia trata de defenderse pero la fuerza de Manuel es mayor. La golpea en la cara con brutalidad, la patea en el cuerpo, la escupe. A Patricia le cuesta cada vez más tratar de defenderse. Manuel le cubre la boca para que no grite, toma el cenicero de metal y golpea a Patricia hasta dejarla sin sentido. Manuel sale corriendo.

Patricia yace junto a la mesa de noche. Durante la pelea se ha caído un portarretratos que enmarca una vieja foto. Es la madre de Patricia que abraza a sus tres hijos varones.



Nos leemos luego.