viernes, 27 de enero de 2012

Sala de espera.



14:22

Está tarde decidí llegar más temprano de lo habitual al despacho de mi padre. Tengo tantas cosas que contarle, Ana Paula por fin se comprometió con Hernán y Rodrigo pronto se irá a la universidad.



18:34

El escenario es una sala de espera, sombría, lujosa, imponente. En el extremo izquierdo cohabita un enorme sillón negro de gran calidad, muy cómodo. Sin duda de un gusto exquisito. Frente a este se sitúa una mesa ratonera y sobre ella, en la cubierta de marmol compiten entre sí una bastísima oferta de revistas. Todas ellas provocan ser leídas, ninguna merece ser olvidada; vaya que estoy casi seguro que incluso aquél que se autodefine como un no lector, tomaría sin pensarlo cualquiera de ellas para al menos sentir el fino papel de sus hojas.



19:58

El ambiente se respira tenso y aunque el violin concerto de Tchaikovsky pretende envolverlo y suavisarlo, el esfuerzo es casi en vano.



21:05

La pintura que Salvador Dalí bautizara como La persistencia de la memoria cuelga de una de las paredes del salón.



21:19

Una espera interminable suspendida en el tiempo que transcurre habitualmente, sin detenerse a considerar que hoy tampoco podré charlar con mi padre me ha vuelto a la realidad. Tal vez mañana lo haga o tal vez debí hacerlo ayer cuando aún vivía...

Nos leemos luego.