Es cierto, se requiere de
inspiración para escribir. Una musa, un atardecer o alguna experiencia de esas
que te dejan sin aliento… Sin leerme demasiado presuntuoso, mi vida (y estoy
seguro que la de más de uno de ustedes) está llena de vivencias que bien
valdría la pena contar a través de las palabras y; sin embargo había dejado muy
de lado esta seductora fascinación por las letras.
Hoy estoy inspirado, hoy
quiero escribir, transmitir… Mi abuela siempre dice que “Todo llega en el
momento justo” y sí, mi abuela es una sabia -¿Les he dicho que amo con todo mi
corazón a esta gran mujer? Siempre, existe una frase suya que define de manera
cuasi perfecta cada situación por la que esté pasando- así que, haciendo caso a
sus por demás elocuentes palabras un buen día dejé de buscar, me olvidé por
completo de esa afanosa tarea de encontrar, de pretender hallar perfecto lo
imperfecto y también por consecuencia directa dejé de preocuparme al respecto.
Y es que uno va por la vida
buscando, hay quienes buscan un mejor trabajo y con ello también buscan generar
mayores oportunidades de crecimiento personal y profesional. Algunos más
despistados anhelan encontrar las llaves del auto o su playera favorita en
medio del caos de su habitación; existen algunos más dedicados que van por ahí
buscando con un fervoroso fanatismo la edición especial de aquél libro que les ha cambiado la vida o bien la última
estampita del mundial.
Hay quienes buscan esperando no encontrar y unos cuantos
más perdidos que tratan por todas las maneras posibles de encontrarse a sí
mismos. Pero también, habemos algunos más atrevidos que buscamos motivos,
razones y circunstancias. Los mismos que buscamos perdernos, sí; perdernos en
la mirada de un igual, y aunque se lea por demás rebuscado, buscamos desenfrenadamente
enamorarnos perdidamente.
El caso es que nos pasamos
gran parte de nuestra existencia, buscando. Buscamos en los diarios, buscamos
en la red, en los mapas, debajo de la cama y hasta en los bolsillos de los
pantalones. No siempre encontramos lo que andamos buscando, pero con seguridad siempre
encontramos algo. Mi abuela también dice que: “El que busca, encuentra”.
Supongo que así debe ser o
simplemente el destino, Dios, los astros o la vida misma te colocan en el lugar
justo, en el momento justo, vaya que todo es meticulosamente cuidado para que
la casualidad -o más causalidad- ocurra. Y es entonces cuando… ¡PUM! te encuentran… Así,
sin más.
Y de repente, te das cuenta
que la espera bien vale la pena, comienzas a encontrarle sentido a las
canciones de amor y aún más cursi* las dedicas. Te despiertas y te acuestas con
una sonrisa, tu teléfono móvil es capaz de provocarte emociones con solo leer
un mensaje de texto, extrañas los abrazos y evocas su olor corporal, te fascinas
con el hecho de volver a sentir su piel mientras tu corazón se acelera a mil
por hora cuando piensas en las posibilidades de ser/estar.
Te pierdes entre sus piernas y en
sus labios. Su mirada se pierde en la tuya y tus dedos en su pelo. Los suspiros
se pierden en el silencio de la habitación encontrándose en el eco de su voz. Se
encuentran noche a noche en sus sueños y en el café por las mañanas.
Disfrutas el perderse juntos
entre las sábanas, pero aún más el encontrarse frente a frente tomados de la
mano, como iguales, como en sus sueños; como los dos lo andaban buscando…
M.
*Cursi.- Léase como un acto provocadoramente romántico.