miércoles, 26 de enero de 2011

Quiero creer...


En días pasados se emitió en el estado de Guanajuato una propuesta para impartir educación religiosa al interior de las escuelas públicas de esa entidad. Inmediatamente las opiniones surgieron desde varios sectores de nuestro país. Las más elocuentes citaron a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, específicamente se hizo referencia al Artículo 3° el cual establece que la educación debe ser laica.

Desde otra perspectiva (la religiosa) se apoya la propuesta dentro del contexto de que un estado laico no implica un estado ausente de principios y valores.

Ahora bien, partamos del punto en el que erróneamente la mayoría de los padres confía la formación de sus hijos a las instituciones educativas olvidando que ésta, es una tarea corresponsable por inculcar valores y formar ciudadanos íntegros y comprometidos con su país. Y aunque es conocido por todos que el hablar de religión genera polémica, tomemos en cuenta que el mexicano necesita creer, es algo tan íntimo como su propia esencia, creímos y profesamos nuestra fe a los dioses de la lluvia y el sol. En algunos casos se adoran imágenes y amuletos. En otros se encomiendan los hijos y la vida misma a la virgen de Guadalupe. Pero en cualquiera de los argumentos el mexicano necesita sentir esa pertenencia que brinda el creer en señales sagradas o espirituales. Ese algo intangible que acumula creencias y promueve la fe. Sin ir más lejos en menos de cuatro meses se beatificará al Papa Juan Pablo II y ya mismo sus fieles seguidores visitan su estatua en la Explanada de la Basílica para pedirle milagros; entre ellos salud, empleo e incluso un pase de ingreso a la universidad.

De éste tamaño es la fe del mexicano, la cual sin duda se apresta a nuestra personalidad entrona, esa que no se sabe rajar y aunque cada día nos cueste creer más en nuestras autoridades, legisladores e instituciones, los grupos más vulnerables nos obligan a creer en el verdadero cambio en nuestro país, en unas elecciones justas y confiables, nos reclaman confiar en nuestra gente y en sus capacidades, en nuestra mano de obra calificada y en la efectividad de las fuerzas armadas. Debemos pugnar por una fuerza para profesar respeto a nuestros recursos naturales, solidaridad a nuestros hermanos víctimas de desastres naturales y exigir mayor presupuesto que efectivamente se utilice para brindar una mejor educación.

Porque la educación en México presenta demasiadas carencias e incluso discriminación: la pobreza, las capacidades diferentes y el género excluyen a un gran sector poblacional. Por ello lo importante aquí no es sí se brinda educación religiosa o no, lo verdaderamente significativo debe ser que ésta, la educación laica, gratuita y obligatoria sea una prioridad, con líneas de acción específicas, donde se frene la explotación de más de 3 millones de niños y jóvenes que trabajan y a quienes se les niega una educación de calidad, se eliminen en su totalidad las limitaciones tecnológicas ya que solo el 28% del total de la población cuenta con acceso a internet. Por lo demás, tener presente siempre que los verdaderos valores se aprenden dentro del seno familiar con amor y respeto.

La fe mueve montañas, la educación forma seres humanos y fortalece países.

Nos leemos luego.