martes, 22 de marzo de 2011

El respeto al derecho ajeno... ¿Es la paz?


Ya lo dijo Don Benito Juárez García ante el Congreso de la Unión aquél 15 de julio de 1867 con la restauración de la república: Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.

Sin embargo, aunque obedezco a esta significativa frase de tan célebre político liberal mexicano, también creo que el concepto “respeto” va mucho más allá de la propia definición hecha por la Real Academia Española en su vigésima segunda edición; no concibo ni por aproximación el uso de la palabra únicamente como el reconocimiento, la consideración y/o la atención que se tiene por alguien o incluso algo. Estoy cuasi seguro que el respeto cuenta con más variables de las que comúnmente aceptamos y por consecuencia directa con más de un sentido que cada quien adopta según le convenga mejor.

Por ello he aquí algunas interrogantes generadoras de opiniones encontradas ¿Un país mal conducido por un mal gobernante justifica un ataque armado encabezado por las economías más poderosas del mundo? ¿Es la despenalización del aborto una medida funcional aún cuando no preserva la vida? ¿Sí tienes un familiar que padece una enfermedad terminal, es válido desconectarlo o bien dejarlo morir? ¿Cuándo ves a uno de tus amigos consumir drogas no haces nada y te mantienes al margen sólo porque es su vida? ¿Tolerarías que una pareja homosexual adoptara y educara a un menor? ¿Está obligado un profesor de primaria a defender a un niño incluso ante sus progenitores ante el hecho de ser objeto de violencia intrafamiliar?

Entonces, ¿Hasta qué punto es permitido involucrarnos en éstas y otras tantas más situaciones similares? Sí nos apegáramos totalmente a la frase del Benemérito de las Américas, entonces tendríamos que mantener una postura imparcial en todo momento, es decir no emitir opiniones al respecto, menos consejos; ya ni que decir de actuar o bien tratar de impedir determinados actos que pudiesen calificarse de perniciosos o incluso perversos.

Lo que corresponde sería discernir un poco más sobre cada situación en particular y acerca de cada reacción que seguro provocará nuestra participación ó bien nuestra nula intervención; para ambos casos las consecuencias sin duda alguna nos alcanzarán en un determinado tiempo y espacio. Lo verdaderamente válido y eso lo aprendí recientemente es que no importa sí te equivocas en el momento de actuar sí eso que te hizo dar ese paso titubeante es provocado por el amor. El amor en todos los sentidos, al amor de pareja, -incluso entre parejas de un mismo sexo- el amor fraternal y por supuesto el amor propio.

Así que muy lejos de emitir un consejo por el respeto a su opinión, lo único que puedo compartirles es que al final del día al respeto lo integran también otros valores como el amor, la tolerancia, el afecto, la paciencia, la empatía y la libertad de pensar, creer, escribir, actuar y, sobre todo, la toma de conciencia de ser libre para ejercer nuestra voluntad y elegir la mejor forma de vida, tanto en la sociedad civil como en las formas de gobierno.

Nos leemos luego.

twitter@viktorkamacho

Coincidir


Un buen día dejé de creer por completo en las coincidencias. Llegó un momento en el que luego de un bombardeo intempestivo de casualidades que obligadamente me colocaron en una posición en la que motivado por las mismas circunstancias simplemente me dejé llevar y entregué mucho más que sólo buenas intenciones, cediendo también la confianza y el apego que surgen de la conveniencia de aferrarte a cualquier situación sólo porque las coincidencias provocan el creer ciegamente en el destino y sus curiosos planes perfectamente trazados en los que se incluyen a dos personas. Sin embargo al final todo mi ímpetu concluyó muy para mi pesar en una experiencia no grata.

Así que por ésta razón me olvidé de prestar mi desmedida atención a los detalles curiosos. Pero sin duda estos últimos días nuevamente me han hecho confiar que los detalles curiosos están ahí por razones que en ocasiones nos negamos a comprender. Pues bien, toda ésta historia inició en una fiesta de cumpleaños.

Aunque no te conocía, algo en mi interior me decía todo lo contrario, tal vez fue que tu hermana ya me había hablado mucho de ti ó quizá simplemente fue que empezábamos a formar parte de un elaborado plan del destino en un momento para coincidir en el mismo lugar. Sin razón alguna iniciamos un juego de complicidad, de risas y buenos momentos. Empezamos a llamarnos y a preocuparnos el uno por el otro, como aquella ocasión en la que me llamaste para reconfortarme después de un desafortunado incidente.

Una tarde cualquiera, motivado por una de mis múltiples manías comencé a buscar discos viejos en una tienda departamental, elegí uno. El track número dos reitera una y otra vez el creer, el necesitarte y el hacerte presente. “Dime que me crees, dime que me crees. Dime que sientes cuando me voy ó cuando no estoy, dime ven, ven”. Compartí ésta canción contigo y confesaste que es una de tus favoritas. El domingo acompañados de una de tus roomies entramos al “super” para comprar ingredientes y preparar pizzas en su depa. Inesperadamente el fondo musical era la misma canción: nuestro track número dos. ¿Cuál es la probabilidad de que un éxito de hace tres ó cuatro años esté presente en un lugar jamás pensado?

¡Qué coincidencia! Me dijiste mientras me mirabas con la alegría contenida en tu rostro. En ese momento te confesé que le temía a las coincidencias. Pero creo que el temor va más en el sentido de que no quiero que esto que recién inicia termine. Deseo ver más películas malas y con actrices peores que lejos de ser románticas terminan por ser demasiado cómicas. Quiero ir a fiestas y estar ahí sólo cuarenta minutos. Escuchar Big~Band y reírnos sin parar. Dormir contigo y despertar abrazados. Quiero simplemente coincidir contigo.

lunes, 21 de marzo de 2011

#ArmandoManzaneroQuotes


Armando Manzanero cita en alguna de sus composiciones -una de mis preferidas por cierto- ¿Qué importa vivir de ilusiones sí así soy feliz?

En lo particular opino lo mismo, porque definitivamente tengo una debilidad por adornar espacios, llenarlos de imágenes, recortes de vivencias y fotografías en tiempo real; sin duda a mi estricta razón le gana la reingeniería del corazón, esa manía de idealizar las situaciones, vaya pues de magnificarlas.

No lo niego soy un romántico empedernido, el mismo que se pasa buscando el para toda la vida e incluso aquél que sueña despierto porque sólo así los sueños se convierten en una realidad. Desde niño vive en mí ese chip idealista, soñador y romántico; hasta el día de hoy ignoro sí se trate de genética o se deba más al hecho que mi madre nos leía poesía en lugar de cuentos infantiles, recuerdo que nos gustaba apagar las luces y bajo la tenue luz de una lámpara de noche mis hermanas y yo escuchábamos -y sentíamos- atentos los versos de Pablo Neruda, Amado Nervo y Gabriela Mistral. Los días también transcurrían con una vieja grabadora que mis hermanas y yo usábamos para jugar, la visualizábamos como nuestra consola donde solíamos ponerle play a los cassettes de mi madre para cantar, así que las letras que solíamos repetir una y otra vez eran de lo más cursi. A los nueve años vi Mi pie izquierdo con mi madre y debo confesar que por vez primera lloré con una historia en la que a pesar de la adversidad todo era posible.

Y así he pasado mi vida, siempre rodeado de letras, canciones, películas y amores (algunos vividos con mayor intensidad); sin planearlo un buen día empecé a escribir, al principio únicamente para mí, me encantaba leerme, poco después lo compartí. Pero sin duda se necesita inspiración para hacerlo y ésta es tan difícil de conquistar que te da el “sí” haciéndose presente sólo cuando siente que el corazón palpita más fuerte, cuando las emociones están a flor de piel y cuando tu mirada se pierde en los ojos de alguien más.

Por ello no dudo que aquél día una pregunta común y corriente haya provocado en mi interior ese sentimiento de duda e incertidumbre. En automático mi lado romántico empezó a idealizarte, a pensarte en cada momento y a imaginarnos juntos. Los días transcurrieron, las conversaciones aumentaron, las miradas se encontraron y así con demasiadas pretensiones de mi parte nos volvimos cómplices del surgimiento de una relación platónica.

No lo pude evitar me enamoré de ti, de la manera en que luces con tus lentes y hasta del momento en que por primera vez nos abrazamos. Iluminabas mis días de una manera casi irreverente y en lo personal me bastaba tan sólo una sonrisa o un breve encuentro para guardarte en mis pensamientos cotidianos. Porque como sí se tratara del #hashtag del día te quedabas ahí, bien cerquita de mis emociones, haciéndome suspirar.

Por ello es que lo más extraordinario de ésta ecuación similar a la de Einstein es que son estos encuentros con personas extraordinarias que se cruzan en tu camino los que le dan sentido a la búsqueda continúa de lo que más anhelamos.

Y aunque tengo claro que el desenlace de ésta historia no será un típico “y vivieron felices para siempre” el que sale ganando sin duda alguna soy yo, porque a mí esto de las ilusiones me sienta tan bien como al compositor al piano o en sentido aún más familiar el escritor a las palabras. Al final de día es justo en ese lugar secreto en mi interior donde todo puede suceder porque Es allí donde todo lo puedo donde no hay imposibles, que importa vivir de ilusiones sí así soy feliz…

Nos leemos luego.


@R