martes, 10 de marzo de 2015

Te quiero...



Te quiero, pero no te quiero porque me quieras; por el contrario te quiero porque me provocas quererme primero a mí mismo. Porque eres mi freno ante mi estrepitosa manera de imponer las emociones, eres mi calma cuando me rebasa mi manera de actuar en todas esas veces que me dejo llevar por la adrenalina de sentir con el estómago antes de pensar con la cabeza. Te quiero porque llenas todos esos espacios vacíos en mí, incluso aquellos que había olvidado que existían. Te quiero porque pensarte me eriza la piel y acelera mis latidos. Te quiero porque cuando se eriza mi piel y se aceleran mis latidos tú estás conmigo. Y es que te pienso a todas horas y te pienso porque te quiero.

Te quiero porque provocas mis risas. Te quiero porque esas risas se convierten en carcajadas y porque cuando menos lo espero me pierdo en tu mirada. Por eso te quiero, por tu mirada. Te quiero por tu bondad con todo aquél que te rodea. Te quiero por tu sinceridad y franqueza y, con toda honestidad te quiero. Te quiero porque encuentro en ti apoyo incondicional, pero te quiero aún más porque me dejas ser libre. Te quiero porque no necesitamos etiquetas ni definiciones. Y aunque el querer es un verbo con significado; yo te quiero, aún sin explicaciones.

Te quiero porque me encontraste, aunque yo no estaba perdido. Te quiero porque no me buscaste y sin embargo aquí estamos. Te quiero porque estás presente aún cuando no estás físicamente. Por eso te quiero, porque me llenas de ti, de tu olor, de tu presencia, de tu amor. Te quiero porque así lo siento. Porque el sentir me provoca querer; pero no querer por querer. Querer con conciencia, con dedicación y admiración. Por eso te quiero, porque me provocas quererte.
Te quiero cuando me besas con besos tiernos, pero también te quiero cuando me besas con pasión desbordada. Te quiero cuando me abrazas y puedo sentir tus latidos. Te quiero porque sentir tus latidos me provoca paz y serenidad. Te quiero por todo aquello que provocas en mí. Te quiero a mi lado cuando duermo porque me gusta contemplarte dormir. Te quiero porque aún cuando duermes lo haces sonriendo. Te quiero porque sonríes y porque tu sonrisa ilumina mis días; incluso aquellos días malos.
Te quiero porque cuando tomo tu mano, siento que toco el cielo. Por eso te quiero, porque me llevas al cielo; así, sin quererlo…
Nos leemos luego.

No hay comentarios:

Publicar un comentario