lunes, 3 de agosto de 2009

¡Peter Pan!

Hoy llegué a casa después de un día frustrante, un día excepcionalmente malo. Uno de esos días en los que te crees la historia completa que una conspiración minuciosamente elaborada ha sido emprendida en contra tuya. Uno de esos días que nos destinan a buscar un refugio seguro para escapar de la mascota del vecino. El último de los males que harían de éste, un día de perros.

En efecto lo peor aún estaba por ocurrir, mi Peter Pan había escapado por la ventana y esta vez su sombra lo ha acompañado. Al parecer me ha abandonado, ha decidido no volver nunca jamás.

Ahora mismo me llena un gran vacío, creo que ha sido el resultado de mantenerlo olvidado tanto tiempo, de dejarlo solito en casa, de ya no dejarme sorprender cuando lo encontraba colgado de la lámpara o quizá sólo fue el hecho de que particularmente éstos días me ponen de tan mal humor que prefiero no hablar con él, al final del día que sentido tendría comprarle la idea de que la pasa tan bien siendo eternamente un niño destinado a no crecer más.

He decidido no extrañarlo. No ha dejado ni una nota y eso me ha enfurecido aún más y me convenzo a diario de olvidarlo. ¿Acaso todos los recuerdos no valen nada? Los juegos, la complicidad, las bromas gastadas, tocar el timbre de la vecina entrometida, trepar los árboles, mojarnos bajo la lluvia, los recreos, las pelis hechas para nosotros, perseguir un cometa, jugar a ser espías, atrapar los sueños con un traje de mago, todo lo que alguna vez tuvo sentido ahora significa nada para mi querido Peter Pan.

Seguro cree que los años me han hecho tratarlo diferente. Que la madurez me alcanzo mucho más rápido que una bala, un avión o el mismo Superman. Que la cotidianidad me ha devorado y que, en efecto soy ya demasiado mayor como para dejarme sorprender por los pequeños detalles que celosamente atesoran recuerdos maravillosos y, que conjugados en tiempo actual definen mi modo de ser. Tal vez debería poder tan solo dejarme llevar y permitir que campanita me rocíe del polvo de hadas para soñar despierto, para volar y recordar. Para treparme al tren de la risa y los juegos. Pero campanita tampoco me escucha...

Han pasado diecinueve días con sus diecinueve noches desde la huída de mi Peter Pan. Ya casi no recuerdo su apariencia. Afuera ha comenzado a llover, llueve porque tiene que llover. Llueve porque los gases naturales han llenado de agua las nubes y... No, espera llueve porque el cielo pretende hacerse escuchar. Ahora entiendo que por supuesto éste es su modo tan peculiar de expresarse.

Está cansado de llenar los días con un soleado esplendor y un cielo infinitamente azul como el color de los ojos de la inocencia. Días tan nítidos que nos permiten admirar la incomparable majestuosidad de nuestra realidad que vive y coexiste a diario con nosotros. Llora porque cada noche nos obsequia un telar pintado de estrellas y una musa incondicional del amor y la inspiración. Porque nos negamos a creer que cada estrella es un deseo y cada deseo es una esperanza y cada esperanza es un sueño y cada sueño es la oportunidad de volver a comenzar, de convertir lo imposible en una factible posibilidad.

Un impulso me ha motivado a salir, a esperar bajo la lluvia. Sentir el agua caer en mi cuerpo parece una experiencia totalmente nueva, con las manos extendidas y mirando al cielo que poco a poco comienza a clarear me he olvidado de todo, no importa nada, ni las miradas ni mucho menos las personas que pasan a mi lado.

Por fin ha dejado de llover y el sol esta brillando con más intensidad que cualquier día común. Sobre el asfalto mojado se ha reflejado una pequeña sombra, la sombra de un niño, de mi niño interior, mi Peter Pan quién ha vuelto y me mira como reconociendo a un extraño.

Mi Peter Pan a quien no pienso dejarlo ir en mucho mucho mucho tiempo. Hasta que el sol se escape con la luna.

A veces nos cuesta tanto creer que la magia de los pequeños grandes detalles, se observa mejor a través de los ojos de un niño. Mira hacía tu interior y ahí justo en el medio doblando hacía la izquierda por el camino menos transitado te encontrarás con tu Peter Pan esperando pacientemente para llevarte volando atravesando el cielo al país de nunca jamás...

Uno, dos, tres salvación por mí y por todos mis amigos.

Nos leemos luego.

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